El diamante en la joyería, un poco de historia

Para James Bond son eternos, y para Marilyn Monroe son los mejores amigos de una mujer. Sin duda alguna, los diamantes nos han cautivado desde siempre. Apreciados por reyes, emperadores y por el resto de la humanidad, los diamantes encierran una fascinante historia, a veces llena de lujos y otras, llenos de tragedias. Capaces de despertar lo sublime y a su vez, los más bajos instintos de los humanos.
Los diamantes: Signos eternos del lujo y la belleza
Todas las civilizaciones de la historia humana han apreciado a los diamantes como símbolos de riqueza, lujo y perfección. Los patricios romanos, la clase más alta del imperio, lucía diamantes sin cortar o pulir, como un símbolo de opulencia.
Se han encontrado diamantes en tumbas mongolas con más de 2.800 años de antigüedad.
En la Europa monárquica del siglo XVII, las cortes lucían diamantes traídos de lugares tan remotos como Borneo o la India, donde eran abundantes entre la oligarquía local. Se apreciaban como parte de las joyas reales y muchas de las coronas de reyes o reinas europeos, tenían piezas de diamantes como un signo de poder.
El hambre por los diamantes de la aristocracia y las clases prominentes europeas, agotó las reservas diamantinas de la India. Se realizaron enormes esfuerzos por conseguir la piedra más preciosa por todas las colonias americanas y africanas. Este gran esfuerzo rindió frutos hacia el año 1725, cuando se descubren las primeras vetas de diamantes en Brasil.
No obstante, más de un siglo después, se descubre lo que es hasta ahora, la mayor concentración de diamantes, en Sudáfrica. Su mayor bendición pero al mismo tiempo, el inicio del peor capítulo de su milenaria historia.
¿Cómo se forma un diamante?
Todos los diamantes del mundo se formaron hace más de 3 billones de años. Existen 4 elementos necesarios para formar un diamante:
- Carbono
- Calor
- Presión
- Tiempo
Mediante un proceso físico-químico, una pieza de carbono debe someterse a una temperatura superior a los 400ºC y a una presión mayor a 195.000 kilos por metro cuadrado.
Se formaron a 160 kilómetros dentro de la superficie terrestre y ese proceso duró miles de años en realizarse. Erupciones volcánicas, llevaron a las capas más superficiales a la mayoría de los diamantes de la tierra.
Un diamante, no es más que una pieza de carbono comprimida durante tanto tiempo y a tanta presión, que ha transformado sus moléculas en la piedra preciosa que tanto apreciamos. Sin embargo y a pesar de lo que vemos en las películas, un diamante en bruto, no es la gema brillante y reluciente que vemos en los escaparates de las joyerías.
De hecho, entre un diamante bruto y una piedra, no existe mucha diferencia a primera vista, salvo el experto trabajo de un profesional con su buen hacer, así como con sus herramientas para joyeros y sus fornituras para joyería.
Se requiere de un proceso esforzado y delicado, en el que intervienen múltiples herramientas para joyería, con la finalidad de eliminar impurezas, exfoliar, cortar y pulir.
Un anillo de diamantes: Primer experimento social
Un hombre se pone de rodillas ante una mujer, abre una pequeña caja de terciopelo que contiene un reluciente anillo con un diamante en el centro. ¿Necesitas más contexto para saber de qué se trata? Esta es una de las escenas más icónicas de la humanidad. Pero hasta mediados del siglo XX eran piezas para los ricos y ajenos a las posibilidades del 99% restante de la población.
Con la II Guerra Mundial en la mira, y con los mercados europeos casi cerrados, la minera holandesa DeBeer, había hecho una de las mayores inversiones en su historia y el mercado estaba a punto de cerrarse por completo. De hecho, se consideró rebajar el estatus del diamante a piedra semi-preciosa, pues su uso había bajado y la demanda era insuficiente.
Por lo tanto, crearon una de las estrategias de marketing más desarrolladas de la historia y el primer experimento social, planificado y puesto en marcha con alta eficiencia. Aliados con la agencia publicitaria N.W. Ayers, crearon en el mercado americano, la idea de los diamantes como obras de arte eternas y símbolo de la longevidad del amor eterno.
Apoyados en las grandes estrellas del cine y la televisión, los holandeses DeBeer y los americanos Ayers, financiaron infinidad de películas, programas de televisión, artículos de revistas y otras estrategias de marketing alrededor de los diamantes. Y, como dice el dicho… ¡El resto es historia!
A partir de ahí, la demanda por diamantes en los EEUU y en el mundo entero, se quintuplicó y pasó a ser uno de los artículos de joyería más demandados.
Sin lugar a dudas, el diamante ha ocupado un sitial de honor en la joyería. Ha sido apreciado por los seres humanos desde hace casi 3.000 años y un auténtico símbolo de la perfección y la belleza.